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RAMIRO SANCHEZ NAVARRO

Recuerdos de Uchucmarca y Puémbol

Recuerdos de Uchucmarca y Puémbol

Por: Florencio Llaja Portal

Uchucmarca está situado en la parte central de un pequeño altiplano, a 3050 metros de altura. El pueblo está apoyado sólidamente sobre el macizo de Shotóbal, que según una antigua leyenda del lugar, está sostenido por un par de pilares de oro. Hacia el sur lo rodea el cerro San Bartolo (Bartolomé); al este, la loma de Linguima; al oeste, Trigopampa y al norte, el Cashurco, hermoso peñón centinela. En Trigopampa se encuentra el gran cementerio, casa materna, siempre con las puertas abiertas para dar pase y cabida a todo ser humano que se despide de este mundo.

 Cuando yo iba o venía de Puémbol, donde he vivido, solía hacer un alto en la conga de Saucha. Ante mis ojos, de hombre enamorado de aquella naturaleza sin par, aparecía el paisaje como una maravilla. Paseaba mi inquieta mirada sobre los cerros que circundan al pueblo de Uchucmarca, cuyo nítido perfil, me permitía ver además las rinconeras del sector de las Quinuas de Ulila, donde yace una laguna de igual nombre. Es la más grande de aquel lugar, aunque volteando al otro lado de la montaña, la laguna de Guayabamba, que ya pertenece a San Martín.

 Por estar en la jalca, las aguas de estas lagunas son frías y parecen hervir al soplo del viento. Son de tranquilas olas, semejantes al alma de quien está lejos del calor humano. Son lagunas plateadas y aquellas que se sitúan al piel del cerro, se notan de un color oscuro, por el reflejo grisáceo de las peñasNuestros antepasados contaban que en la laguna de Las Quínuas dejó su anda el Inca Túpac Yupanqui, cuando vino de Cajamarquilla con rumbo a la selva. Se afirma que el anda real se encantó y por mucho tiempo se dejó ver en noches de luna verdad (nueva). A la luz plateada de la luna el anda dorada también se tornaba brillante. Hacia el norte, por la cordillera de Ulila, se yergue el Cashurco, famoso picacho, cuyas tonalidades negre-azuladas le dan un semblante molesto y a la vez intrépido, sobre todo en invierno, en cuya época nos esquiva y niega de completo su amistad. En dicho recorrido se encadena con el salitre Manchay y Pomio, donde un abra, a modo de un claro túnel nos permite ver otros horizontes. Luego sigue Pueblo Viejo, el antiguo pueblo de Chibul. Hacia el sector de llamactambo, que sirvió de aposento a Túpac Yupanqui. Es una hermosa meseta, de ambiente acogedor, aunque frígido, especialmente en verano. Allí el sol recién sale a las ocho de la mañana, con sus pálidos rayos, de un color moribundo. Luego se extiende lentamente sobre esta pampa y poco a poco sus rayos se van tornando más caloríficos.

 A comienzos de 1960, don Juan Quevedo tuvo  la inquietud de realizar gestiones ante las autoridades del pueblo de Uchucmarca para ser declarado un nuevo caserío del distrito. Esta gestión demoró 7 años hasta que por fin consiguió dicha titulación y la creación de una escuela primaria. Al sur este están las ruinas de Pirca-pirca, presumiblemente incaicas, y que son la admiración de propios y extraños. Debió ser en su tiempo una simpática y opulenta ciudadela. Quizás ellos fueron los primeros habitantes de Uchucmarca. Cuando uno se encuentra en la cúspide de esta fortaleza repentinamente nos sobrecoge un vago temor de que un fuerte viento nos haga aparecer en otro sitio. Al fondo de esta antigua reliquia arquitectónica, se advierte una gran concavidad, donde las aguas de la misteriosa laguna de Michimal yacen tranquilas. En las noches de luna, ésta refleja sus pálidos rayos sobre las espejeantes aguas, cuyo blanco fulgor es devuelto al astro nocturno.

 Esta lumbrera de la noche induce al engaño, pues las aves despiertan pensando que ya llegó la aurora del nuevo día y todas se levantan en vuelo paralelo, cuyos plumajes son como selectos uniformes de gala. Los patos como las huachuas, abriendo alborozados sus alas, en aquel rincón, nos permiten imaginar que así debió ser el estandarte de aquel pueblo legendario, tal como lo hizo San Martín que se inspiró asimismo en aves para la creación del bicolor, allá en la bahía de Paracas.

 Avanzando hacia el sur, hacia las alturas de Nochapio, se divisa una gran llanura encajonada, de Quchán, con sus hierbas a flor de tierra y múltiples pajonales, agitados siempre por los vientos. Allí se ve por doquier vertientes de agua que confluyen a los puquiales o riachuelos. Por estas pampas siempre se encontraba la señora Viviana Navarro pastando su ganado lanar. Entretando hilaba un copito de lana blanca atado en el extremo de la rueca y asegurada a la cintura. Cerca de las ovejas están siempre los adiestrados perros mitayos, que se entienden perfectamente con el rebaño medían ladridos y balidos, respectivamente. Al fin regresamos siguiendo la ruta de Chibane, Cascapuy Hatun Rumi, Chilcahuaico, Andul, Shushambo, Mesa Pata Chica y Mesa Pata Grande. Todos los habitantes de estas alturas son robustos y fuertes, porque sus alimentos son sanos y respiran el aire puro de las montañas, aunque para quienes no somos del lugar nos resulta complicado. En verano, todas estas alturas amanecen cubierto de hielo, de nieve. Allí el sol aparece pronto, pero sus rayos son como el reflejo de un espejo, pues da luces sin calorías. En invierno, en todas estas cumbres el viento silba y la lluvia cae congelada. Sin embargo, los habitantes de estos sitios son muy tenaces, pues se levantan a las cinco de la mañana protegidos con sus ponchos de lana, sus buenos “peruanitos” (llanques), otros con sus botas de jebe. Ellos llaman a sus perros por sus nombres o con silbos. Se pasan silbando y cantando sus yaravíes y huaynos. También cantan con orgullo nuestra música criolla. Ellos escalan y voltean hacia el otro lado las alturas en auxilio de sus animales, de sus burros, vacas, caballos y hasta ovejas. La aurora del nuevo día es testiga de estas andanzas. En estas alturas los becerros recién nacidos son generalmente víctimas de los cóndores y de los buitres, encargándose los shingos (gallinazos) de dar buena cuenta de las sobras.

 Para la gente de la altura los agentes atmosféricos son un deporte. En tiempo de verano allí el frío llega a los cero grados y en invierno el tiempo se presenta más complicado, pues no solamente corre el viento helado, sino el cielo descarga fuertes tempestades, con acompañamiento de truenos y relámpagos. Estos últimos son centelleos de fuego, que iluminan los cielos y la tierra. Cae asimismo desde lo alto del cielo el granizo, que son como perdigones que caen sobre uno y parecen como un castigo del cielo. Este granizo es como almidón o como una mortaja blanca que se va acumulando sobre el cuerpo.

 El habitante de estos lugares es tan valiente que es capaz de dominar todas las bravuras andinas, al igual que el majestuoso cóndor, todo un señor de las alturas, que en plena frialdad pasea su vuelo con toda gallardía. Vuela tan alto, con sus alas tendidas, que ya parece tocar las estrellas. Las plumas de sus alas producen un agudo silbido cuando vuela y su cuello vibratil y genuflexo parece cubierto por una chalina roja. Su mirada aguda y fascinante es como la de un conquistador de América. Así revolotea el espacio por una y otras partes, siempre en busca de presa, de víctimas...

 Toda la gente de mi pueblo son de carácter empeñoso en sus quehaceres. Cultivan con dedicación, con amor sus chacras, que están alrededor del centro urbano. Estas chacras son como un mapa bien dibujado, bien trazado, pues se deja ver claramente. Quizás sin pensar, de una manera misteriosa, algún ciudadano, de nobles sentimientos, lo llegó a ubicar, a descubrir. Fue una feliz idea fundar el pueblo en este lugar, que es tan despejado y está al centro de una cadena de montañas, las que atraen en forma constante y vibrante el sonido del recuerdo. Este pueblo nos prestigia y nos atrae como un sueño incesante.

 En realidad, qué linda es mi tierra! Quien no quisiera estar siguiera guarecido por un momento bajo el azul de este cielo uchucmarquino.

 

Recuerdo de Puémbol

 

Lima, 1° de Enero de 1998

Señor Agente Municipal del Pueblo de Puémbol.

 De mi especial consideración:

     Al terminar este año del 98 pláceme remitir mis cordiales saludos a usted por medio de la presente, que espero llegue a usted por medio de la presente, que espero llegue a su poder. Cómo quisiera que esta misiva mía fuera de su mayor agrado, ya que en ella van mis mejores deseos por su perfecta salud y la de su familia, así como del pueblo en general. Mi mayor anhelo es ver a mi pueblo siempre unido, en un solo abrazo, como en aquellos tiempos en que los dejé.

 

     Quien les saluda desde aquí queda regular, con el único anhelo de que todos por allá lo pasen bien. Les deseo un próspero año nuevo y que nuestro querido Puémbol siga progresa

 Cuánto quisiera estar cerca de ustedes, más que todo para entablar un ameno diálogo con aquella gente de mis tiempos, que son como troncos añosos (añejos y carcomidos, cimientos del destino, cuyo eco de sus voces han quedado grabadas en mi mente y en mi corazón. Al evocarlas, me parece escuchar aquellas conversaciones como si fuera detrás de una pared. Mis ojos parecen ver a ese grupo de ciudadanos con quienes me reunía para realizar los trabajos comunales, los que terminábamos con una fiesta familiar. Allí saboreábamos nuestras ricas viandas, preparadas por las diestras manos de nuestras selectas socias. Ellas las preparaban en forma mancomunada y con los infaltables barriles de chicha, hecha de legítima jora y chancaca. Todo a nuestro gusto y humor!

 ¡Qué linda gente de aquel entonces!

 Nadie conocía la pereza, la venganza, el robo. Cada quien respetaba las cosas ajenas.

  Todo era una completa armonía. Por esta razón Puémbol se encontraba cruzando las cumbres más elevadas del ejemplo social. Y como un dulce embelese los hijos de Puémbol se esmeraron siempre por conservar un alma virtuosa. En aquellos tiempos de mi estancia en él, éste parecía descansar sobre un inmenso mar de buena conciencia, que me parecía tan pura e impoluta, como la nieve inmaculada. En esa forma hemos vivido. Por eso cuando se trató de gestionar la creación de la escuela, todos, como un solo hombre, nos aunamos para realizarla. Con orgullo afrontábamos nuestras obligaciones, dando así cumplimiento a un estricto deber patriótico, como corresponde a todo buen ciudadano. Por esta razón, para mí fue fácil lograr el fruto de mis aspiraciones, que sin pensarlas las había soñado. Nadie más que yo debo agradecer a esta linda gente. Ruego a Dios que las bendiga, así como a esas buenas almas que en paz descansan. Pido a Dios igualmente que les colme de felicidades a quienes viven todavía, que van caminando en el corazón de nuestro añorado Puémbol. Aunque reconozco que para mi pueblo ya soy como un ajeno pasajero por mi dilatada ausencia. Pues, en cumplimiento del destino, me alejé. Son 25 años cumplidos en que mis ojos no alcanzan a ver las fronteras puembolinas. Pero sus recuerdos permanecen inalterables en mi mente y en mi noble corazón, que aún late dentro de mi pecho.

 Para llegar a ese lugar de mis dorados sueños, que imaginariamente me parece que ya estoy pasando por Chechumbuy Loma, por las puertas de un paderón en ruinas, que fue construída por mis abuelos don Fabián Llaja y doña Juliana Palacios. En forma rústica allí se construyó un humilde hogar con piedra y barro. Estaba junto a una acequia, de remoto origen y a la sombra de una hermosa planta de chirimoya.

 Esa humilde casa fue la cuna de mi nacimiento. Allí vine al mundo un 20 de junio de 1927.Continuando con mi viaje imaginario, ahora me veo en la travesía de Sillaconga Chica, listo para escalar el serpenteante camino hacia Sillaconga Grande, cuyas curvas, unas saludan a la chorrera de la quebrada, que baja por “Lejía huayco”, al pie de Shel; y otras que miran a la quebrada de Las Lucmas, que baja por Llihuín. Luego de una fatigosa subida, hago un alto para descansar en la pampa de Sillaconga Grande; desde donde, en forma obligada, como digo, se descansa. Desde allí se mira la altura del Churo Grande, el cual en su recorrido deja notar una disimulada ondulación.

 En estos momentos, en que escribo, recuerdo con estupor y como un ensueño, aquella mañana de febrero, cuando sacaba de esos paraderos a mi toro Huarango; en plena quebrada fui sorprendido por una galgada de piedras, las que se desprendieron de uno de esos “balcones”, aflojados por las lluvias de esa época. Gracias a Dios, me protegió. Pues con gran agilidad las pude esquivar. Me convertí en una “ficción” para no hacerme daño.

 Del recuerdo de aquellos momentos trágicos para mi vida pasaré a otros más entretenidos. Recuerdo, en esos arrabales una vez tuve la suerte de atrapar un puma sanguinario. Cayó en la trampa hecha de la cadena de mi burro mancarrón. Ese puma trataba de acabar con todo los animales del vecindario. Me entró una pica y juré matarlo cuando cazó a mi potranca manchada, de año y medio, cría de una yegua blanca fina. Fue una gran novedad para todo el vecindario el haber atrapado a esa fiera peligrosa, a la que conducimos al peso, una vez muerta, sobre los fornidos hombros de los cargadores, acompañados de un buen grupo de vecinos.

 En la plaza de Puémbol fue exhibido un breve tiempo. Allí se congregó todo el vecindario alegre y contento. La muerte del puma lo celebramos con una gran fiesta.

 Otro día, cuando en un viaje real, yo iba por el camino, tuve la ocurrencia de quitarle sus crías a una osa, como me trabé con ella en una contienda atacándola con palos y piedras, el olor de su resuello se impregnó en todo mi cuerpo, que perduró por espacio de muchos días.

 Bueno, ahora retornando mi viaje imaginario, y, siguiendo la ruta, ya se cruza “Shimishpucro”, para finalmente verse en la plazuela de Puémbol, descansando junto a un ojito de aguas cristalinas, aunque es poquita, es noble y sincera. Ella es alma, vida y corazón de Puémbol. Sobre la parte superior se divisa las faldas de Chapcaloma. En tiempo de invierno allí primero se acumulan las nubes. En este lugar flotan como copos de algodón o vellones de lana de oveja. Al sur de Chapcaloma también hay agüitas detenidas permanentemente. Son como gotas de lágrimas colocadas en unas mejillas dormidas.

 Más abajo, donde cruza el camino real, para Uchucmarca, tenemos la famosa pampita de “Purpurloma”. En este sitio, es de costumbre, que todo pasajero, después de una larga jornada, sosiegue su cansancio. De este sitio también se observa gustosamente cuando el sol, astro gigante, retira sus rayos caniculares al atardecer del día. Mirando al frente, se observa el famoso “Ondolep”, vestido de modestos pajonales su gigantesca mole y en donde siempre aparecen los venados. Esta altura nos da la impresión de que se tratara de un gigante cuya obligación incansable fuera la de levantar  con sus manos el astro solar, para privilegiar a todo aquel sector con su gran potencia luminaria, con el que da comienzo al despertar de una nueva aurora.

     Esta altura es misteriosa. Parece que en tiempos lejanos, el sol, convertido en gigante enigmático tuvo la inquietud de querer arrullar y poner a todo el panorama bajo el calor de sus rayos. Al pie de este cerro, discurren las aguas del gran riachelo de Lanchihuayco, que nace en un “pucro” y termina en “airiaco”, cuya voz rumorosa aumenta su sonido al tropezar con algunas cataratas. En todo su recorrido no se deja ver debido a la tupida vegetación, de árboles frondosos y verdes follajes, con huicundos multicolores, que dan la apariencia de un altar. En realidad es un altar de la naturaleza, a cuya sombra se conglomeran bandadas de aves, de diferentes proles, cada cual eleva sus oraciones al cielo, con su propio trinar. En cada amanecer o atardecer del día no falta este tipo de conciertos. El pasajero, cuando escucha este ritmo de canciones, se detiene por un momento, considerándola como una orquesta bien calificada.

 Por esta y otras tantas razones, que conmueven a mi conciencia, aprovecho este poquito de descanso para trasmontarme en alas del recuerdo, de aquellas épocas lejanas y grabar estas letras con mis propias manos, que estrechaban las vuestras, las de mis coterráneos.Lima, 12 de enero de 1999.Florencio Llaja.

 Nota.- Puémbol es un caserio del distrito de Uchucmarca, en la Provincia de Bolivar,Departamento de La Libertad,República del Perú.

 

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